En los últimos años, el interés por la agricultura urbana y la sostenibilidad ambiental ha ido en aumento. Una de las prácticas más populares y efectivas en este sentido es la creación de huertos caseros y escolares, que no solo proporcionan alimentos frescos y saludables, sino que también fomentan la educación ambiental y el contacto directo con la naturaleza.
El cultivo de coliflor requiere un suelo bien drenado, preferiblemente rico en materia orgánica y con un pH entre 6.0 y 7.0. Las semillas se siembran en semilleros unas semanas antes de la temporada de cultivo y luego se trasplantan al huerto cuando las plántulas tienen de 4 a 6 semanas de edad. Se recomienda un espaciado de al menos 45-60 cm entre plantas para permitir un buen desarrollo. Es esencial proporcionar un riego regular y adecuado para mantener el suelo húmedo pero no encharcado, evitando el estrés hídrico que puede afectar la calidad de las cabezas. La fertilización debe realizarse según las necesidades del suelo y las etapas de crecimiento de la planta, utilizando preferiblemente fertilizantes orgánicos o equilibrados. Es importante monitorear regularmente las plantas para detectar y controlar plagas y enfermedades que puedan afectar su desarrollo. La coliflor está lista para cosecharse cuando las cabezas alcanzan un tamaño adecuado y están firmes, lo que generalmente ocurre dentro de los 60 a 80 días después del trasplante.
Este entorno práctico permite a los alumnos aprender sobre diversos temas, como agricultura, ecología, nutrición, ciencias naturales y sostenibilidad. A través del huerto escolar, los estudiantes desarrollan habilidades prácticas, aprecian la importancia del medio ambiente, comprenden los ciclos naturales y adquieren conocimientos sobre alimentación saludable. Además, fomenta el trabajo en equipo, la responsabilidad y el respeto por la naturaleza.